La Junta de Acción Comunal de Ciudad Bochica Sur, cuenta con su huerta comunitaria denominada Sembrando Esperanza la cual se alza como un espacio de aprendizaje, sostenibilidad y resiliencia, esta iniciativa liderada por el presidente Ricardo Esparza tiene como objetivo principal fomentar la agricultura urbana en el barrio, integrando a personas de todas las edades en un esfuerzo común por reconectar con la naturaleza.
“Queremos incentivar la agricultura urbana y la lombricultura como una forma de cuidar el medio ambiente y mejorar la calidad de vida de la comunidad”, señala Esparza. Desde sus inicios, el proyecto ha contado con el apoyo del Jardín Botánico de Bogotá, que donó semillas para las primeras siembras. Aunque el comienzo estuvo marcado por ensayos y errores, la huerta ha florecido gracias al esfuerzo conjunto del Comité de Medio Ambiente y Obras.
En la huerta se cultiva una variedad de productos como diente de león, tomates, lechugas, acelgas y pepino de guiso. Además, el proceso de compostaje que se realiza nutre la tierra, garantizando una base fértil para las plantas. También se realiza lombricultura con lombrices californianas, produciendo abono que no solo nutre los cultivos locales, la comunidad esta en la estrategia de construcción de comercialización de estas como fuente de ingresos para este proyecto.Para Rosalba Mendoza, una de las líderes, la huerta no es solo un espacio de cultivo, sino una verdadera siembra de esperanza. En especial, destaca la participación activa del grupo de adultos mayores, quienes encuentran en este espacio un lugar para cuidar su salud a través de remedios caseros y actividades que mejoran su estado de ánimo. “El traer personas, incluidos niños, a participar en la siembra y el mantenimiento genera un cambio positivo en su panorama cotidiano y los conecta con la naturaleza de una forma especial”, comenta.
Sin embargo, no todo ha sido fácil para Sembrando Esperanza. A pesar del esfuerzo y compromiso de los dignatarios y la comunidad, el proyecto ha enfrentado actos de vandalismo. “Nos han quitado las tablas de los bordes de las camas de siembra, lo que dificulta el trabajo y genera frustración”, lamenta Esparza.A pesar de estos obstáculos, la huerta sigue siendo un reflejo del esfuerzo comunitario y un espacio para construir un futuro que salvaguarde la alimentación. La iniciativa no solo produce comida, sino que cultiva relaciones y fomenta la conciencia ambiental, demostrando que incluso en un entorno urbano, la tierra puede ser un puente hacia la esperanza y el bienestar.
“Lo que buscamos es que este espacio siga creciendo y transformándose en un ejemplo para otros barrios, porque aquí sembramos mucho más que plantas: sembramos comunidad”, concluye Rosalba.
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